Sobre Albura

December 11, 2021

Mi nombre es Sebastián, y junto a mi padre Antonio fundamos Albura Spa el año 2017. Vengo practicando el oficio de la carpintería desde el año 2015, y pude dar mis primeros pasos gracias a uno de mis abuelos, que me instruyó en un comienzo, y a colegas que conocí en el camino, de los que aprendí importantes cosas. Más allá de los aspectos técnicos que se van adquiriendo naturalmente, creo que lo fundamental de la práctica de esta actividad es la observación concienzuda de aquello que se está haciendo en cada momento, lo que lleva al cultivo de la paciencia, la humildad y principalmente a un respeto por la tradición. Los árboles existen hace más de 400 millones de años, y el uso instrumental de la madera por parte de nuestra especie comenzó hace más de 500.000 años, con la fabricación de las primeras herramientas y objetos de madera, o incluso hace 1.5 millones de años, cuando nuestros antepasados lograron por primera vez dominar el fuego a partir de madera seca. El peso de este legado lo perciben aquellos que trabajan o estudian este material.

Con el influjo de lo descrito, cuando formamos Albura con mi padre, teníamos claro que había mucho que aprender. Esto no ha cambiado al día de hoy, ni cambiará para nosotros en el futuro. Es más, la incertidumbre que nos genera la madera, y el peso que su legado transmite, han sido el combustible que ha ido fomentando el crecimiento de nuestra empresa. La madera, único material constructivo masivo que es orgánico y renovable, es un misterio en sí mismo, fuente inagotable de innovación y oportunidades. Por otro lado, pensar en madera es pensar en árboles, en bosques, en circulación de aire y agua, en la abundante vida del sotobosque, y en los microorganismos y filamentos de hongos que enriquecen la tierra que alimenta a los árboles. De forma similar, nos gustaría formar parte complementaria de esta especie de red de relaciones, esperando fabricar muebles y desarrollar proyectos que reflejen la nobleza de la madera, en una relación recíproca con el entorno. La idea abstracta de "madera", o de "mueble", suele distanciarnos de la riqueza que subyace a las relaciones recién aludidas. Un mueble en ningún caso debiese entenderse como un producto acabado y aislado: es más bien un objeto que fue concienzudamente trabajado, cuya materialidad, la madera, alguna vez formó parte de un árbol, de un bosque, y su estructura celular es el resultado de combinaciones químicas entre elementos tan diversos como el CO2, la luz solar, el agua y los minerales de una tierra viva y sana. La madera de un determinado mueble también se vio afectada por las eventualidades diarias que el árbol que la engendró tuvo que enfrentar día a día, minuto a minuto. El proceso constructivo en madera debiese de alguna forma dar cuenta de todo esto, o al menos, el diseñador o artesano a cargo del proceso tendría que tener alguna noción o idea sobre esta naturaleza, si espera entenderse medianamente bien con la madera. Y si se va más allá, y es lo que esperamos y necesitamos, el ideal será que también el cliente final sea capaz de percibir, intuir, o incluso llegar a comprender las sutiles relaciones que están impresas en cada anillo de crecimiento de la madera que conforma su mueble, en las fallas de la fibra, en los nudos, y en otros deterioros naturales e inevitables que devendrán con el paso del tiempo, para que a partir de todo esto, llegue a asomarse a su conciencia la idea de que aquel ciclo vital profundo y complejo no solo envuelve a la madera, sino que también lo determina a él mismo y a todo su entorno, en una relación ininterrumpida e inabarcable. No se puede descartar que este tipo de alumbramientos contribuyan significativamente a llevarnos a un futuro más ecológico.